XV MARCHA CICLODEPORTIVA PEDRO DELGADO

Domingo 17 de agosto de 2008

Homenaje a Ramón Chamorro Moliner «Moncho»

 

Moncho recibiendo uno de los numerosos premios por equipos que consiguió a lo largo de su dilatada carrera deportiva.

MONCHO MOLINER, CICLISMO EN VENA

Los dos mejores amigos que el ciclismo me ha dado a lo largo de mi dilatada vida profesional como periodista deportivo, han sido, sin duda, Moncho Moliner y Pedro Delgado. Nuestra amistad ha sobrevivido a la relación común con el mundo de las bicicletas desde que un frío y luminoso día segoviano, Moncho y yo convinimos una cita a la puerta del Mesón de Cándido con un chaval que, según él, tenía madera para ser figura en esta deporte.

Pedro Delgado tenía entonces 15 años y por encima de sus condiciones de corredor, que yo desconocía, ya hizo gala en aquel primer encuentro de dos de sus características personales. Llegó más de media hora tarde y lo arregló con una sonrisa de oreja a oreja. Tres décadas después de aquel día de cochinillo y sopas de ajo, no ha cambiado nada.
Moncho, que ya había tenido a sus órdenes a juveniles que luego triunfarían en el ciclismo profesional, no tardó en vaticinar que aquel recién fichado iba a ser el mejor de todos. Incluso fue más lejos en su apuesta asegurando que ganaría el Tour de Francia.

A Pedro le he visto ganar y perder el Tour, vencer en dos Vueltas a España y emocionar a millones de españoles con sus gestas y sus pájaras. A Moncho le he visto con los ojos húmedos cada vez que hablaba de su discípulo predilecto. Aún hoy, tanto tiempo después, le invade la nostalgia cuando hablamos de aquel chico que con tanto desparpajo justifico su tardanza el día del fichaje.

Moncho y Josito (José Miguel Ortega, periodista de RNE) amigos de toda la vida.

Moncho –Ramón Chamorro Moliner- llegó al mundo del ciclismo por casualidad. Un amigo suyo, Manolo Jiménez, le invitó a ver un par de carreras y después le sugirió hacerse cargo a un equipo, el SAVA, en el que corrían entre otros, Tomás Nistal y Javier Mínguez, asumiendo el compromiso con tanta seriedad que no dudó en apuntarse al I Curso Nacional de Directores, organizado por la Federación Española. Sacó el número uno y comenzó la larga historia de amor y generosidad con el mundo de las bicicletas.

Por las manos de Moncho y a través de los diferentes equipos que dirigió, han pasado tantos corredores que enumerarles a todos sería tarea poco menos que imposible. Citaré, aún a riesgo de cometer alguna omisión imperdonable, a algunos de los que fueron importantes en el campo profesional, con Pedro Delgado a la cabeza: Arroyo, López Carril, Rupérez, Nistal, Mínguez, Melero, Alberto Fernández, Lale Cubino, Camarillo, Machín, Cabrero, Juárez, Santi Blanco…

A todos ellos les enseñó a competir en la carretera, pero sobre todo ha hacerlo en la vida. Incluso los que no llegaron a triunfar, como Manolo Sáiz, guardan de él un recuerdo entrañable que es común a la legión de ciclistas que a lo largo de casi dos décadas han estado a sus órdenes. Los equipos juveniles y aficionados que Moncho dirigió cosecharon infinidad de victorias en España y en el extranjero, pero más que los triunfos el poso que permanece en el recuerdo es el del afecto casi paternal que ha presidido toda su trayectoria.

A Moncho Moliner, que llegó a formar un equipo profesional de postín, empezaron a disgustarles algunas cosas de este mundo de luces y sombras y decidió apartarse del ciclismo sin resentimientos. Se fue como había llegado, sin hacer ruido, y aunque tarde, el ciclismo ha sabido colocar su nombre y su obra en el lugar que le corresponde. De un tiempo a esta parte le han dedicado muchos homenajes y entre ellos éste, el de Segovia, una ciudad a la que adora, y el de la Marcha Cicloturista que lleva el nombre de su alumno predilecto.

Mis dos mejores amigos son hoy mis protagonistas. Felicidades.

José Miguel Ortega Presidente de la Federación de la Prensa Deportiva de Castilla y León y periodista toda su vida con RNE.

Foto de 1969.

La figura de Ramón Chamorro, más conocido por Moncho, se debe encuadrar dentro de esa gente que dedicó gran parte de su tiempo a apoyar el deporte de forma desinteresada. No con la ilusión de sacar campeones, sino en su parte más lúdica. Es decir, pasar un buen rato, hacer amigos, conocer lugares y gentes diferentes, contagiarse de la esencia del deporte amateur, sin pensar en más.

Moncho, me enseñó a no ir a rueda, a atacar de salida, a realizar a veces tácticas disparatadas, a aprender de los errores, pero sobretodo, a amar este deporte. Tuve suerte en compartir unos años tan importantes en la vida como son los inicios. Gracias a mis condiciones físicas, pude brillar con luz propia, pero esos comienzos nunca se olvidan y te impregnan de una manera de ser y correr. El sentido del espectáculo, de lucha, las pájaras, los despistes, de ganar a lo grande, de divertirse y contagiar a los demás. Volver a casa con una paliza terrible, pero feliz, que a su vez te hace sentir bien y en paz contigo mismo. Son tantas experiencias, tantas sensaciones que aún hoy me despierto con sueños de esas carreras de la época de juveniles.

El homenaje de este año quiero hacerlo extensivo, a tanta gente anónima, que año tras año pone parte de su corazón y mucho de su tiempo libre, en situar este deporte donde ha estado siempre, como un ejemplo de compañerismo, sufrimiento y superación del ser humano ante las dificultades.

Un cordial saludo,

Pedro Delgado

1969, así se veía por detrás una carrera de juveniles.

La aportación de Moncho Moliner (17-4-1936) al mundo de la bicicleta no es directamente proporcional con la sorprendente afirmación que sale de su boca. «A mí realmente no me gustaba el ciclismo, sólo me complacía ganar». Pero es que Moncho, al que no se le conoce afición anterior, apareció un buen día en una carrera y luego en otra y en otra hasta que el pelotón le envolvió para sus «adentros». Y todo ello mediante un vaso comunicante muy especial: la Semana Santa vallisoletana. Lo cierto es que Moliner pertenece a esas personas emprendedoras y activas al que cualquier cosa le parece factible. «Un grupo de amigos habíamos fundado una cofradía: «Nuestra Padre Jesús Resucitado. Nuestra Señora de la Alegría «, de la que era yo presidente. En vísperas de Semana Santa, el vicepresidente de esta cofradía, Manolo Jiménez, que a su vez lo era de un equipo ciclista, me dice que tenía que acudir a la primera carrera de ese año y, como necesitábamos vernos, quedamos allí… No vi la carrera ni nada, pero lo que sí me acuerdo era que ganó por primera vez y con 15 años un chaval llamado Javier y de apellido Mínguez».

El domingo siguiente la cita fue en Burgos, y el siguiente en Santander… y nuevos triunfos. Con Germán Iglesias Salamanca de presidente, formaron este equipo, el Club Valladolid Ciclista: Tomás Nistal, Jesús Martín, Alfredo Herrero, José Luis Alba y Javier Mínguez. Eran los primeros años de los ‘60 y Moncho Moliner no se esperaba que poco después y ya bajo el patrocinio de Sava y Antonio Blanco, el entrenador de este conjunto, pensaran en él para sustituirle en esas labores. «Apenas sabía nada de ciclismo así que le pregunté a Antonio qué es lo que había que hacer. El me dijo textualmente: «Que se suban a la bicicleta y que anden, que no se paren«. Yo me daba cuenta de que eso no podía ser todo, así que en la primera ocasión que tuve hice un curso en Madrid». Fue, concretamente, el primer curso de entrenadores nacionales de ciclismo y Moncho sacó el número uno de esa pionera promoción.

Licencia federativa de director deportivo.

Pero tener la licencia número uno de director deportivo en el panorama nacional no varió su forma de entender este deporte. Continuó ligado al Sava. Más a gusto y con más satisfacciones en las categorías juveniles que en las de aficionados.

La sucesión de años le hacen transcurrir a otros equipos: Mobilete, Volvo … aunque su labor de director de jóvenes valores seguía en auge. Su huella comienza a dejarse ver en el «Moliner» que llegó a tener equipos en las categorías cadetes, juveniles, aficionados y profesionales (con el empujón que le dio la empresa francesa Vereco).

Quizá uno de los episodios más curiosos de su larga trayectoria fue la incorporación de un jovencísimo Pedro Delgado a esta escuadra. «Yo ya le había echado el ojo. Fuimos a Segovia, junto al periodista José Miguel Ortega, comimos con él y firmó por nuestro equipo con 15 años. Su padre me exigió para darla autorización que me tenía que preocupar de que aprobase el curso, así que yo a su vez le prometí a «Perico» que si entre junio y septiembre lo «sacaba» todo le llevaba a la Subida de Montjuic . Suspendió Francés y con el billete a su nombre, le dije: «Te quedas en casa y en tu lugar va Bayón «».

Otra anécdota que nos relata Moncho Moliner de sus inicios: «Se organizaba una carrera en Madrid en el Parque del Retiro, el «Trofeo Chico Pérez» para categorías de edades, -todavía no existían los nombres de alevines, infantiles ya que no había licencias-. Narciso me dijo que si no me importaba ir con Ángel Ortega, para verlo y hacer algo similar en Valladolid. Lo cierto es que nos fuimos la víspera, salimos a dar una vuelta y la noche se hizo larga…  Cuando  nos levantamos fuimos a la carrera y allí ya no había nada. ¿ Y qué hacemos ahora?, nos preguntamos. No te preocupes, le dije yo a Ángel. Como yo he estado otros años vamos a decirle a Narciso que hay esto y esto… Llegamos a Valladolid y él nos estaba esperando. ¿Qué tal os ha ido?, nos preguntó. «¡Como te hubiera gustado estar! El ambiente, los chicos… «,-contestamos todo «panchos»-. En ese momento nos llamó de todo, porque lo cierto es que la carrera se había suspendido».

Han pasado por sus manos y entre muchos más, nombres tan ilustres como los Perico Delgado, Ángel Arroyo, Alberto Fernández, Tomás Nistal, el único español que logró vencer un sprint a Eddy Mercks, Lale Cubino, Camarillo, Lopez Carril, Ruperez, Alberto Fernández.. O el ex director profesional, Manolo Sáiz, del que afirma, sin reparos Moncho: «Fue corredor mío y era malísimo, aunque ahora está realizando un gran trabajo».

Equipo Volvo 1969 con Moncho y Vargas.

Pese a su currículo, Moliner no tiene la receta mágica para elaborar lo que podría ser un buen director de equipo: «Aquí valdría la frase de que cada maestrillo  tiene su librillo y que muchas veces influye la suerte. La clave de los éxitos creo que podría estar en tener un orden en todas las cosas que se hagan, cuidarse físicamente en los entrenamientos… ¡Digo yo! Porque algo tendrían que ver las charlas, el dar confianza al corredor.

Moncho Moliner ni siquiera se planteó nunca ser director profesional, porque el mundo de la bicicleta lo entendió como una afición o un hobby. Es por eso que cuando el ciclismo comenzó a dispararse en cifras económicas, Moliner, que confiesa que «en mi vida he ganado un duro en esto», vio que ese no era ya su sitio.

Igual que llegó se fue. Con la misma sobriedad de una procesión del Viernes Santo aunque dejando un reguero: de corredores que le recuerdan como lo que fue: el primero, de entre los primeros de los directores de equipo. Con ellos, con muchos de ellos, sigue manteniendo una relación basada en el respeto y el cariño. En todos,  y en la gente que conoce y conoció a Moliner, sí quedaron grabadas las directrices de un hombre que declaró públicamente que el ciclismo le aburría y que sólo le gustaba la victoria de sus equipos, por otro lado siempre punteros. «Muchos se reían conmigo porque cada inicio de temporada siempre decía: Este año tengo un equipo mucho mejor que el del año pasado».

1969. Volvo

Amante de ese ciclismo heroico de antes, ajeno a los problemas actuales del doping, Moliner guarda como uno de sus mejores recuerdos cuando su equipo (Moliner Vereco), aunque con el nombre de la selección española, acudió a correr la «Vuelta a Jalisco (Méjico)«. La victoria final fue el broche de oro, pero es que las circunstancias para que ésta se produjera incrementaron con creces su valor hasta hacerla llegar a tintes épicos. «El prólogo de esa carrera no era obligatorio correrla pero nosotros, que acabábamos de llegar, según aterrizó el avión nos fuimos cambiando en los coches para tomar parte de la salida. Sin haber dormido, sin hacer caso a la altura (2.000 metros) ni al «jet lag», vencimos también esa etapa».

Texto sacado d el libro Impulsos Del Deporte Vallisoletano

Las fotos que verás a continuación, no son ya tan de Moncho como protagonista, sino ver la calidad de corredores que pasaon por sus manos y la huella que dejó en el ciclismo juvenil, amateur y profesional entre los ’60 y los ’90.

Como todos los años, hemos contado en el pelotón con ilustres ciclistas profesionales y exprofesionales. Gracias por acompañarnos en este día tan especial. Estos han sido: Pedro Delgado, David López García, Eneritz Iturriaga, Laudelino Cubino, Miguel Angel Iglesias, Francisco San Roman, Carmelo Miranda, Carlos Golbano, Fernando Pacheco, Jesús Rodríguez Rodriguez, Miguel Angel Serrano, Antonio Martin, Paulino Tejero.

Las cifras de la Marcha.

  • CORREDORES INSCRITOS: 1690  (22 mujeres). control chip 1575
  • POR NACIONALIDADES: Alemania, Chile, Francia, Inglaterra, Portugal Y Reino Unido.
  • POR PROVINCIAS: todas las provincias de España, más numerosas:
    • Madrid: 348
    • Valencia: 153
    • Segovia 102
  • CLUB MAS NUMEROSO: C.C. Colmenar Viejo con 22 participantes (han participado 534 clubes diferentes).
  • PARTICIPANTE MAS LEJANO: Wolfgang Burmann Littin (Chile).
  • PARTICIPANTE DE MAS EDAD: Jordi Camps Domenech, de Berga (Barcelona) (04-04-1937).
  • PARTICIPANTE MAS JOVEN: Julián Ferrero Valdes, De Beneixama (Alicante), 16 años  (19-01-1992).



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